Cuando realmente puedes estar sin juzgar frente a un niño.
Cuando te puedas dar en todo tu ser para él, y acompañar, sólo acompañar,
algo mágico sucede.
Descubres como sucede.
Lo ves observar
lo ves probar
lo ves imitar y copiar
lo ves experimentar.
Debe haber tanto amor en nuestra presencia para que el pequeño/a se sienta realmente confiado y seguro.
Y amar no es siempre intervenir, no siempre es tener algo para decir o proponer.
Es acompañar sus silencios, es respetar sus tiempos, es escucharlos.

¿Lo hemos intentado realmente?
¿Desde que lugar educamos cuando creemos educar?
¿Estamos seguros que el aprendizaje sucede?
Observo cada día más y puedo decir que ese instante, esa chispa, ese click donde todo encaja y el aprendizaje se da, esta tan cargado de emoción, el niño está entusiasmado. Porqué comprendió, porque dio lugar a algo nuevo, una nueva experiencia sello su alma.
La motivación, el entusiasmo es primordial para que los niños aprendan.
No hay emoción, no hay motivación, estoy segura que lo que «saben» hoy, lo olvidarán mañana.
Grandes observadores y curiosas personitas, ellos son los guías de su propio camino.
Guardan en su alma su esencia más profunda para ser develada.
Como un tesoro.
Y nosotros los adultos guardianes de él, con amor y respeto, ser guías y acompañantes de ese recorrido tan maravilloso que es el aprender, el encontrar las respuestas, el descubrir, el resolver…
Ver como esas semillas se abren paso a la vida por su propio potencial, tan único y sagrado, que debemos tener el cuidado de preservarlo. Ayudar si es necesario, a descubrirlo, dar la mano quizás en las partes más complejas del camino y estar ahí para ellos.
Y confiar, confiar, confiar…
que cada ser humano trae desde el primer instante su propio plan para vivenciar, su propio camino de vida, sus propias potencialidades y un destino para caminar.

 

Amparo Charo Jiménez.

Creadora del Proyecto El Poleo. Granja agroecológica.

Cerrito Blanco. San Luis

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